Hay noches que no son de sexo, ni de cucharita, ni de abrazos, ni de besos. Hay noches que son de simple contacto: mi pierna bajo la de él, mi mano bajo su brazo, o uno durmiendo al lado, pegadito al otro. Hay como una necesidad de sentir al otro al lado, nada más que eso. Y nada menos.
Adoro esos momentos, me duermo feliz.
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